Sí.Dije bien: "los preparó al morir".
De buenas a primeras y con el dolor y la pena reflejadas en su rostro,mi madre se ausentaba de casa con prisas y con unas explicaciones de esa precipitación que dejaban a mi padre callado (eso sí que era raro) y a mis hermanos y a mi en la inopia normal de la infancia.
A medida que se sucedían estas salidas intempestivas,mi curiosidad innata iba en aumento y hacía preguntas..."¿A dónde vas,mamá?" "Vengo enseguida,pórtate bien" Y la veía llegar triste pero dispuesta a seguir con la rutina diaria de cuidarnos como cuidaban siempre las madres a los hijos en aquellos días:trabajo,trabajo y más trabajo...
Un día me rebelé.Otra llamada apresurada a la puerta.Recuerdo perfectamente el orden: toque fortísimo,abrir y gritar ¡Laly!, y mi madre prepararse rápidamente y salir.Mientras lo hacía,empecé a protestar: "¡Voy contigo! " "No,te quedas con tus hermanos""¡Pues te persigo!" Entonces mi madre me miró y me dijo: "Escúchame bien.Se acaba de morir el nieto de Josefita,la vecina,y tengo que ir a prepararlo.Es muy triste y no puedes estar." "¿Prepararlo para qué?"
"Pues para que llegue muy guapo al cielo"...Me quedé pensando."No pasa nada,yo me pongo a jugar con los otros nietos..." Entre las prisas de mi madre y mi insistencia,a la pobre no le quedó otra que arrastrar conmigo,no sin dejar de darme cientos de advertencias de lo que debía y no debía hacer.La principal era "NO ENTRAR A LA HABITACIÓN DONDE ESTARÍA ELLA BAJO NINGÚN CONCEPTO",advertencia a la que por descontado hice mínimo caso.¡Fue mi primera y última vez! Observaba a mi madre desde un ventanuco al que también se asomaban los chiquillos,que corrían,se escondían,volvían a mirar...En un despiste mío,mi madre levantó su mirada y me vio.No me dijo nada,pero yo desaparecí de aquel mapa de flores,sedas,lazos y,sobre todo,de la expresión amorosa de mi madre adornando todo aquello,después de estar un rato observando sin saber de qué iba ese momento que me producía algo raro en el estómago.
Cuando nos íbamos,me agarró de la mano y me empezó a contar que aquello se llamaba "amortajar" y que a ella solo la llamaban para hacerlo a los niños,que era una época en que nacían ya muertos o morían pronto por el tema de las medicinas que no habían en el pueblo o que tardaban en llegar;que ella lo hacía porque eran "angelitos" y sus madres querían que se encontraran guapos con los ángeles de verdad,y porque alguien tenía que hacerlo,bla-bla-bla...
Yo andaba por los seis,siete años y me lo creía todo y,también,como niña,lo olvidaba todo enseguida,aunque el impacto nunca se borró,de hecho,lo estoy contando.
(Hace unos años y por casualidad vi una película japonesa en TV cuyo protagonista no encontraba trabajo y se vio abocado a coger el único que encontró: amortajar a los muertos. Recordé a mi madre y entendí que era tan solidaria y tan buena persona que hasta hacía lo que casi nadie quería hacer,pero que,encima,transmitía amor,paz y resignación a los familiares en tan difícil trance,cosa que vi reflejada en el rito tan respetuoso y cariñoso de la película.)
Tres años más tarde nos fuimos a vivir a la capital y ya no hubo ni mas nacimientos ni más amortajamientos. Estudios y otra vida,también digna de ser contada pero que,ante el temor de volverme subjetiva,finalizo aquí y con este tema mi homenaje a una,si no la más,influyente persona que ha pasado por mi vida: mi madre.
Cálidos recuerdos de un ayer vivido con intensidad.
ResponderEliminarAbrazos, Maricarmen.
Sí,Ernesto.Con mucha intensidad. Gracias por leer...y por estar.Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarSolamente un buen corazón puede hacer hermoso lo triste..., es realmente conmovedor.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Mari.
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