
De nuevo, como tantas y tantas veces desde hace un tiempo, da un fuerte puñetazo en su escritorio al tiempo que agarra las hojas que le esperaban pacientemente y las arruga de forma violenta. Una queja contra sí mismo es lo único que queda escrito en el aire y, de nuevo, el sufrimiento silencioso de un pacto con el diablo, hecho hace tanto tiempo y que ahora, al final de su vida de escritor famoso, resurge de los infiernos para cobrar los beneficios vergonzosos del mismo.
Haciendo un esfuerzo extraordinario,se incorpora lentamente y se encamina hacia el lavabo.Sin elevar la mirada para no encontrarse frente a sí mismo ante el espejo, abre el grifo apretando su frialdad de acero, llena sus manos del frío líquido y cuando el agua empapa su cara, llora.
Llora. El hombre pagado de sí mismo.El hombre adulado hasta la saciedad.El hombre, al fin y al cabo.
Poco a poco,casi con miedo, va incorporándose hasta que una mirada triste,infinitamente triste,le observa. No es comprensiva.En el dolor de esa mirada hay dureza,Intransigencia.Preguntas...Preguntas sin respuestas.O con ellas,pero él mismo, dentro de su desazón, reconoce que las mismas no admiten excusas.
Restañando con sus manos el agua que empapa su rostro,se encamina de nuevo a su escritorio. Pasea su vista por las cuartillas desordenadas,por el ordenador encendido y a la espera;el cenicero repleto y la cajetilla de cigarros casi vacía;la taza de cafés infinitos,amiga de tantas noches en vela...Y toma la decisión.La única que libera.
Con la precisión de la experiencia avanza hacia la mesa y, tomando un bolígrafo cualquiera,escribe una fecha.Debajo,su nombre.En el centro,"PERDÓN".Y,más abajo,a la izquierda,FIN.Traza a modo de rúbrica una línea en descenso. Dice: "Mi última obra".
Cuidadosamente coloca la hoja frente al ordenador y, sin volver la vista,se acerca decidido al amplio ventanal ,se encarama al borde y se dirige sonriente hacia la luz.